martes, 20 de septiembre de 2016

La Mujer Herrada


Durante la historia de la Iglesia Católica algunos de los sacerdotes comenten pecados en contra de su juramento ante Dios nuestro señor y prefieren una vida mundana tal como sucedió en está triste leyenda colonial la cual fue llamada "La Mujer Herrada"

En el año de 1674 en la entonces llamada Calle de la Puerta Falsa de Santo Domingo (Actualmente llamada Calle República del Perú).
Relata el padre José Vidal iniciador al culto hacia a la Virgen de los Dolores y quién muriera a los 72 años en el Hospital de San Pedro y San Pablo, cuenta la historia de un sacerdote el cual su nombre fue borrado de por la iglesia quién tenía de compadre a un herrero con quién compartía mucho de su tiempo social, el herrero su compadre conocía bien el comportamiento del cura y de una mujer quién el sacerdote cortejaba y su vez en ocasiones incriminó a su compadre al cura para que dejara esa vida injuriosa que tanto afectaba su imagen de sacerdote, pero el cura rotundamente negaba abandonar.
Hasta cierto día cerca de la medianoche el herrero el cual vivía en la entonces llamada Calle de las Rejas de Balbanera (a un costado de la antigua Universidad) escucho fuertes golpes en su puerta, un poco aturdido por el sueño y molesto por haber sido molestado a altas horas de la noche salió a ver que tocaba su puerta se, trataban de dos hombres de color corpulentos quienes llevaban de las riendas a una mula de silla, los hombres dijeron que eran criados del cura su compadre y que era urgente que herrera a la mula pues iba a ir en ella para a la Villa a oficiar una misa de compromiso.
Molesto encendió su fragua y comenzó a hacer las herraduras para la mula, al empezar a colocare las herraduras la mula pateaba y saltaba para evitar ser herrada lo cual obligó a los hombres de color a golpear al animal con un látigos y un garrotazos hasta dejarla sumisa.
El terminar de herrar al animal les dijo a aquellos hombres que iría a almorzar con su compadre para reclamarl lo acontecido.
Al día siguiente ya sereno el herrero llegó hasta la casa 3 de la calle La Puerta Falsa de Santo Domingo y entro.
Encontró al cura con su mujer que aún permanecía acostada a su lado.
-Compadre dijo el herrero, en castigo de que me hizo levantarme a trabajar por la noche a herrar a su mula, he venido a desayunar con usted.
-¿Compadre de que mula habla? No tengo ninguna mula y tampoco tengo pensado ir a la villa a oficiar, respondió el sacerdote.
-Pues tuve que herrar a una mula que llevaban sus criados.
El sacerdote se llenó de asombro.
-No tengo criado alguno, tampoco una mula.
Alguien debió de haberle jugado alguna broma, sin embargo eso no quiere decir que mi mujer no pueda levantarse para preparar el desayuno.
El cura dio un par de nalgadas a su mujer que parecía seguir dormida, pero está no se movió
El sacerdote repitió los golpes seguidos por gritos, pero está continuo igual
el herrero quién en ocasiones la llamaba comadre se acercó a ella para moverla y con horror observó las plantas de los pies de la mujer que sobresalían de su sabana y ambos pies que encontraban clavadas las herraduras que el mismo clavo la noche anterior a la mula que habían llevado a herrar quesos hombres, los clavos traspasaban los destrozados pies sangrantes de la mujer.
Horrorizado el herrero retrocedió.
El sacerdote miro las manos de la mujer y estas también se encontraban herradas.
-¡Es horrible! Dijo el herrero
-¡Debe de ser cosa del demonio! Dijo el cura llevándose las manos a los cabellos ! Debe de ser un castigo divino!
Los horrorizados gritos de ambos, hicieron que un vecino don Pedro de Salcedo acudieron y este horrorizado fue hasta el cercano templo de Santa Catarina por el cura Doctor don Antonio Francisca Ortiz.
Cuando llegó el cura encontró al reverendo padre José Vidal y a otro padre carmelita y entre ellos examinaron a la difunta y además de las cuatro herraduras está presentaba fuertes golpes y marcas de latigazos que aseguraba el herrero, le propinaron a la mula al no dejarse herrar.
De este suceso se llevó a concluir que la mula se trató de la mujer del cura y que el herrero como cómplice había sido su verdugo para propinarle el castigo.
Durante el siglo XVII este relato se seguía contando de esta manera quedó registrado en crónicas virreinales de la época, en los escritos del Jesuita don Juan Antonio de Olviedo.

Del cura nada más se supo algunas personas dicen que fue castigado por los religiosos y de la mujer fue sepultada en el patio de la misma casa de la calle de la Puerta Falsa de Santo Domingo quién por pecadora ya que no podía ser sepultada en tierra consagrada

1 comentario:

  1. Que leyenda colonial mas triste, bueno así era en esos timepos

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